Claudia Páez. Revisión del concepto “calidad en la educación”: el problema del futuro
Ponencia leída el día viernes 7 de agosto.
Clauda Páez. Egresada 2010 de teoría e historia del arte. Universidad de Chile.
Pareciera que la frase “educación de calidad” es una frase responsable, objetiva y transversal; no trae consigo ninguna controversia, además de representar una idea muy arraigada en el pensar de los chilenos. Pero al no incitar controversias se vuelve sospechosa. ¿Qué significa educación de calidad? ¿A qué apunta el término “calidad”? El término “calidad”, le da un estatus de relevancia al sustantivo “educación”. Entonces, “calidad” potencia a “educación”; la eterniza, pues convierte a la educación en una herramienta para tener un futuro. Esto provoca valorar la educación como una vía, una salida o hasta un escape para enfrentar un futuro que se aproxima y que cada vez es más competitivo. Vemos, entonces, la educación como un germen que con el tiempo producirá frutos. Sin embargo, pensar la educación como germen en el ser humano, es no respetar el presente del niño o joven, además de sólo validar, fomentar y poner como meta, la adultez. Por otro lado, pensar la educación en términos de progreso es pensarla en clave moderna en un período donde las filosofías de la posmodernidad descalifican este tipo de movimientos culturales utópicos y progresistas. Entonces ¿cómo pensar la educación? o mejor, veamos cómo estamos pensando la educación.
La modernidad es fundamentalmente la constitución de cuatro movimientos contradictorios entre sí, a saber: el proyecto emancipador, el proyecto expansivo, el proyecto renovador y el proyecto democratizador. El primero, el proyecto emancipador, promueve la secularización de los saberes, posibilitando la mayor cobertura de la cultura; el segundo, el proyecto expansivo, quiere extender los conocimiento y la posesión de la producción y consumo de bienes; el tercero, el proyecto renovador, pretende, por un lado, la innovación de sus productos, y por otro, la reformulación de éstos que se desgastan cuando ya no sirven para hacer una distinción entre clases sociales, por ejemplo; y el cuarto movimiento, el democratizador, potencia la confianza en la educación, el arte y los saberes para posibilitar en el hombre una evolución racional y moral.
Son contradictorios estos cuatro movimientos por el siguiente problema: cómo universalizar el saber o la cultura o la educación si existe un proyecto expansivo, es decir, un proyecto que los posee y que desde ese dominio constantemente está renovando, no sólo los objetos de la cultura, sino también los modos de acceso a ella. ¿Se puede continuar afirmando que el proyecto de la modernidad es realizable? ¿Cómo sostener el ideal moderno de la consigna Educación pública, universal, laica y gratuita? ¿Por qué continuar pensando la educación en clave moderna; es decir pensarla como solución para obtener progreso, como medio de un devenir más próspero?
El problema del futuro en el presente:
El futuro es algo que pensamos como un fundamento trascendental con validez independiente a nosotros. Lo pensamos como algo que está allá lejos y al que llegaremos (o llegará a nosotros) después de un tiempo. Entonces decimos que el aprendizaje que logremos ahora, en el presente, nos servirá para ese momento futuro. Sin embargo, esta afirmación deja de lado la vida que se está viviendo y la que se vivió. La sobrevaloración del futuro pretende aniquilar el pasado y convertir el presente en un plan o proyecto de inversión. Así también, tenemos un concepto de crecimiento considerado como teniendo un fin, en vez de ser un fin.
El aprendizaje, podemos inferir, será un fenómeno valorado en la medida que “acelere el crecimiento” (entendido como “teniendo un fin” y no como fin en sí mismo), almacenando conductas útiles para un futuro laboral o social. Esta visión, inadecuada dice Humberto Maturana, corresponde a la siguiente afirmación:
Aprendizaje es un proceso mediante el cual el organismo obtiene una información del medio y constituye una representación de él que almacena en su memoria y utiliza para generar su conducta en respuesta a las perturbaciones que de él provienen…[1]
Necesariamente debemos pensar en el significado de recuerdo, y decir bajo esta perspectiva, que el recuerdo se encuentra guardado en nuestra memoria y que de él obtendremos respuestas adecuadas para interactuar en el medio ahora y en el futuro. Sin embargo, esta perspectiva es inadecuada dice Maturana, pues el medio no es instructivo, sino más bien existe “una danza estructural en el presente que sigue un curso congruente con la danza estructural del medio…”[2]. O sea, que el aprendizaje del hombre se desarrollará sólo en la adaptación e interacción con el medio y requerirá siempre de esa relación presente para desarrollar otras conductas que permitan otras adaptaciones o aprendizajes, pues el aprender es un proceso que se da en el vivir, en el cambiar con el mundo.
El aprender y enseñar es inherente al ser humano; es una constante que lo acompaña durante toda su existencia, y no sólo sirve para un futuro, sino para el presente que el hombre está viviendo. La capacidad de los seres humanos de “decir el mundo”; de transformarlo y reivindicarlo, es lo que sustenta la tesis de Paulo Freire, acerca de la necesidad de educarse, pues dice el autor, la educación debe ser permanente no en razón de una determinada ideología política, sino en razón de la historia del ser humano.
Forma parte también y necesariamente de la naturaleza humana el que hayamos llegado a ser este cuerpo consciente que estamos siendo. Este cuerpo que en su práctica con otros cuerpos y contra otros cuerpos, en la experiencia social, llegó a hacerse capaz de producir socialmente el lenguaje, de transformar la cualidad de la curiosidad que, nacida con la vida, se perfecciona y se profundiza con la existencia humana.[3]
La educación en este sentido es una connotación de la naturaleza humana en la medida que el hombre se ha hecho capaz de comprender e inteligir el mundo, además de intervenir en él, dice Freire, de manera técnica, ética, estética, científica y política.
Para finalizar, diré que el problema de vivir para el futuro será la pérdida de experiencia de pensamiento. La educación al perder contacto con la cotidianidad, con el presente, irá desestimando la capacidad de las personas de entender el sentido que tienen las cosas que realiza. John Dewey define la experiencia de pensamiento como un movimiento en donde cada paso importa para seguir adelante hasta la consumación. Es decir, cuando acción y conclusión son percibidas en un mismo momento, como cuando observamos una obra de arte, hablamos de experiencia de pensamiento o experiencia con cualidad estética, pues lo visible o audible en el arte no es por sí mismo lo que le da el carácter de estético, sino la conexión de eso con su consecuencia.
Vivimos hoy una educación para el futuro, una educación que quiere ser de calidad al transformar la vitalidad del presente en un germen que nos sirva para el futuro. La educación que hoy vivimos carece de experiencia, entendida ésta como un movimiento donde cada paso importa para seguir con el siguiente, donde cada paso tiene una relación íntima con su precedente y su sucesor para lograr la consumación, es decir para lograr que acción y conclusión estén ligadas en la percepción. Vivimos una educación amenaza por el futuro. John Dewey nos dice que hacemos aterrizar el futuro en nuestro presente empleando promesas de recompensas y amenazas de castigo. ¿Cómo otorgar sentido a las cosas, cómo obtener experiencias si sólo tenemos un futuro que cubrir, que cuidar, que promover?
Notas:
[1] MATURANA, Humberto, Desde la biología a la Psicología, Compilación y prólogo de GARCÍA, Jorge Luzoro, Editorial Universitaria, 1995, Santiago, Pág. 37
[2] Ídem.
[3] FREIRE, Paulo, Política y Educación, Siglo XXI Editores, 1996, México, Pág. 13
Clauda Páez. Egresada 2010 de teoría e historia del arte. Universidad de Chile.
Pareciera que la frase “educación de calidad” es una frase responsable, objetiva y transversal; no trae consigo ninguna controversia, además de representar una idea muy arraigada en el pensar de los chilenos. Pero al no incitar controversias se vuelve sospechosa. ¿Qué significa educación de calidad? ¿A qué apunta el término “calidad”? El término “calidad”, le da un estatus de relevancia al sustantivo “educación”. Entonces, “calidad” potencia a “educación”; la eterniza, pues convierte a la educación en una herramienta para tener un futuro. Esto provoca valorar la educación como una vía, una salida o hasta un escape para enfrentar un futuro que se aproxima y que cada vez es más competitivo. Vemos, entonces, la educación como un germen que con el tiempo producirá frutos. Sin embargo, pensar la educación como germen en el ser humano, es no respetar el presente del niño o joven, además de sólo validar, fomentar y poner como meta, la adultez. Por otro lado, pensar la educación en términos de progreso es pensarla en clave moderna en un período donde las filosofías de la posmodernidad descalifican este tipo de movimientos culturales utópicos y progresistas. Entonces ¿cómo pensar la educación? o mejor, veamos cómo estamos pensando la educación.
La modernidad es fundamentalmente la constitución de cuatro movimientos contradictorios entre sí, a saber: el proyecto emancipador, el proyecto expansivo, el proyecto renovador y el proyecto democratizador. El primero, el proyecto emancipador, promueve la secularización de los saberes, posibilitando la mayor cobertura de la cultura; el segundo, el proyecto expansivo, quiere extender los conocimiento y la posesión de la producción y consumo de bienes; el tercero, el proyecto renovador, pretende, por un lado, la innovación de sus productos, y por otro, la reformulación de éstos que se desgastan cuando ya no sirven para hacer una distinción entre clases sociales, por ejemplo; y el cuarto movimiento, el democratizador, potencia la confianza en la educación, el arte y los saberes para posibilitar en el hombre una evolución racional y moral.
Son contradictorios estos cuatro movimientos por el siguiente problema: cómo universalizar el saber o la cultura o la educación si existe un proyecto expansivo, es decir, un proyecto que los posee y que desde ese dominio constantemente está renovando, no sólo los objetos de la cultura, sino también los modos de acceso a ella. ¿Se puede continuar afirmando que el proyecto de la modernidad es realizable? ¿Cómo sostener el ideal moderno de la consigna Educación pública, universal, laica y gratuita? ¿Por qué continuar pensando la educación en clave moderna; es decir pensarla como solución para obtener progreso, como medio de un devenir más próspero?
El problema del futuro en el presente:
El futuro es algo que pensamos como un fundamento trascendental con validez independiente a nosotros. Lo pensamos como algo que está allá lejos y al que llegaremos (o llegará a nosotros) después de un tiempo. Entonces decimos que el aprendizaje que logremos ahora, en el presente, nos servirá para ese momento futuro. Sin embargo, esta afirmación deja de lado la vida que se está viviendo y la que se vivió. La sobrevaloración del futuro pretende aniquilar el pasado y convertir el presente en un plan o proyecto de inversión. Así también, tenemos un concepto de crecimiento considerado como teniendo un fin, en vez de ser un fin.
El aprendizaje, podemos inferir, será un fenómeno valorado en la medida que “acelere el crecimiento” (entendido como “teniendo un fin” y no como fin en sí mismo), almacenando conductas útiles para un futuro laboral o social. Esta visión, inadecuada dice Humberto Maturana, corresponde a la siguiente afirmación:
Aprendizaje es un proceso mediante el cual el organismo obtiene una información del medio y constituye una representación de él que almacena en su memoria y utiliza para generar su conducta en respuesta a las perturbaciones que de él provienen…[1]
Necesariamente debemos pensar en el significado de recuerdo, y decir bajo esta perspectiva, que el recuerdo se encuentra guardado en nuestra memoria y que de él obtendremos respuestas adecuadas para interactuar en el medio ahora y en el futuro. Sin embargo, esta perspectiva es inadecuada dice Maturana, pues el medio no es instructivo, sino más bien existe “una danza estructural en el presente que sigue un curso congruente con la danza estructural del medio…”[2]. O sea, que el aprendizaje del hombre se desarrollará sólo en la adaptación e interacción con el medio y requerirá siempre de esa relación presente para desarrollar otras conductas que permitan otras adaptaciones o aprendizajes, pues el aprender es un proceso que se da en el vivir, en el cambiar con el mundo.
El aprender y enseñar es inherente al ser humano; es una constante que lo acompaña durante toda su existencia, y no sólo sirve para un futuro, sino para el presente que el hombre está viviendo. La capacidad de los seres humanos de “decir el mundo”; de transformarlo y reivindicarlo, es lo que sustenta la tesis de Paulo Freire, acerca de la necesidad de educarse, pues dice el autor, la educación debe ser permanente no en razón de una determinada ideología política, sino en razón de la historia del ser humano.
Forma parte también y necesariamente de la naturaleza humana el que hayamos llegado a ser este cuerpo consciente que estamos siendo. Este cuerpo que en su práctica con otros cuerpos y contra otros cuerpos, en la experiencia social, llegó a hacerse capaz de producir socialmente el lenguaje, de transformar la cualidad de la curiosidad que, nacida con la vida, se perfecciona y se profundiza con la existencia humana.[3]
La educación en este sentido es una connotación de la naturaleza humana en la medida que el hombre se ha hecho capaz de comprender e inteligir el mundo, además de intervenir en él, dice Freire, de manera técnica, ética, estética, científica y política.
Para finalizar, diré que el problema de vivir para el futuro será la pérdida de experiencia de pensamiento. La educación al perder contacto con la cotidianidad, con el presente, irá desestimando la capacidad de las personas de entender el sentido que tienen las cosas que realiza. John Dewey define la experiencia de pensamiento como un movimiento en donde cada paso importa para seguir adelante hasta la consumación. Es decir, cuando acción y conclusión son percibidas en un mismo momento, como cuando observamos una obra de arte, hablamos de experiencia de pensamiento o experiencia con cualidad estética, pues lo visible o audible en el arte no es por sí mismo lo que le da el carácter de estético, sino la conexión de eso con su consecuencia.
Vivimos hoy una educación para el futuro, una educación que quiere ser de calidad al transformar la vitalidad del presente en un germen que nos sirva para el futuro. La educación que hoy vivimos carece de experiencia, entendida ésta como un movimiento donde cada paso importa para seguir con el siguiente, donde cada paso tiene una relación íntima con su precedente y su sucesor para lograr la consumación, es decir para lograr que acción y conclusión estén ligadas en la percepción. Vivimos una educación amenaza por el futuro. John Dewey nos dice que hacemos aterrizar el futuro en nuestro presente empleando promesas de recompensas y amenazas de castigo. ¿Cómo otorgar sentido a las cosas, cómo obtener experiencias si sólo tenemos un futuro que cubrir, que cuidar, que promover?
Notas:
[1] MATURANA, Humberto, Desde la biología a la Psicología, Compilación y prólogo de GARCÍA, Jorge Luzoro, Editorial Universitaria, 1995, Santiago, Pág. 37
[2] Ídem.
[3] FREIRE, Paulo, Política y Educación, Siglo XXI Editores, 1996, México, Pág. 13